Hablar sobre cultura así como hablar sobre calidad de vida es tratar con términos muy ambiguos, por lo tanto, hablar de ellos en conjunto pareciera ser como nadar en el profundo mar de la subjetividad; a pesar de ello, es impresionante la estrecha relación que existe entre ambos y cómo se relacionan uno con el otro.
Primeramente, la cultura va más allá del arte, el ocio y la recreación. De hecho, se podría decir que estas actividades son producto de la gran complejidad de esa sencilla palabra que está más relacionada con la misma naturaleza del ser humano.
Los humanos no podemos solventarnos por nosotros mismos, somos seres sociales y con sólo desarrollarnos en una comunidad tenemos un gran compromiso con los otros, mismo compromiso que evoluciona en responsabilidades fundamentales que por su parte se van consolidando como logros ineludibles. La razón, la manera y el significado que le damos a las actividades que realizamos a diario están determinadas por la cultura con la que nos regimos, por lo tanto, no será de la misma manera en cualquier sitio.
Para asentar más el término utilizaré la definición de Ricardo Santillán Güemes que plantea a la cultura como: “una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una comunidad a partir de su particular manera de resolver –desde lo físico, emocional y mental –las relaciones que mantienen con la naturaleza, consigo misma, con otras comunidades y con lo que consideran sagrado, con el propósito de dar continuidad y sentido a la totalidad de su existencia.”
Y, ¿qué tiene que ver esta cultura con la calidad de vida? La calidad de vida hace referencia al “bienestar público” o la “felicidad de una nación”. En sí, se refiere al nivel colectivo de lo bien que funciona y se mantiene la sociedad. Hay distinciones entre las circunstancias para una buena vida y la buena vida en sí misma que, según el sociólogo Ruut Veenhoven, se refieren a oportunidades y resultados. A pesar de que haya escasez de oportunidades, por ejemplo, existen casos de vidas con grandes resultados.
Profundizando un poco más en la acotación del término, Veenhoven lo separa en cuatro tipos de calidades, dejando dos clases de oportunidades de vida y dos clases de resultados de vida que se definen de la siguiente manera:
Clases de oportunidades de vida:
- Habitabilidad del entorno: Características del entorno.
- Capacidad para la vida del individuo: Cómo estamos preparados para afrontar los problemas de la vida.
Clases de resultados de la vida:
- Utilidad de la vida: La vida de una persona puede ser útil sin que ella se dé cuenta.
- Apreciación de la vida: Bienestar subjetivo “satisfacción”, “felicidad”.
Con todo esto llegamos al punto principal de este texto que es relacionar el término “cultura” con el de “calidad de vida”. Para conocer la calidad de vida resulta indispensable determinar desde lo colectivo o lo personal el contexto cultural en el que se vive, crece y desarrolla un individuo, pues en él se concentra un capital humano que con responsabilidad social responde a significados que él mismo se ha construido con el apoyo de los demás y que corresponde a los acontecimientos de la vida cotidiana que le permiten valorarla y contrastarla con criterios colectivos establecidos en la sociedad en la que vive.
Es fundamental estar familiarizado con la cultura de un grupo determinado para poder darle sentido a los resultados de algún estudio de calidad de vida; esto podría ser, comprendiendo el valor que tienen algunos bienes (físicos u objetivos) en la vida de las personas o en la construcción de significados culturales y representaciones sociales, ya que pueden afectar la percepción de vida de una persona porque ésta actúa desde un proceso mental que se forma por el contexto en el que vive y se desarrolla, que le da sentido a su vida y por lo tanto hace que ésta tenga calidad.
La OECD estableció desde hace tiempo como parte de su agenda la medición del bienestar subjetivo aseverando: “What people feel about their lives matters”. Esta frase define el enfoque de este tipo de estudios en “lo que la gente siente”, lo que trae de nuevo en evidencia la estrecha relación de la cultura y la calidad de vida: el sentir es una percepción completamente cultural y complementaria con las mediciones para conocer la calidad de vida.
Referencias:
Figueroa Díaz, María E. (2006) Ética, pluralismo cultural y desarrollo humano. De lo intercultural a lo global. Cultura y desarrollo humano.
Montesino Jerez, José L. (2008) La cultura como tema de calidad de vida en espacios públicos y privados de Santiago de chile a inicios del tercer milenio. http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/cl/2008/.htm
Veenhoven, Ruut. Las cuatro calidades de vida, organización de conceptos y medidas de la buena vida.
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