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En los años recientes los profesores de educación básica han sido sujetos a críticas por diversos sectores de la sociedad. Dos son los reclamos sobresalientes.
Por una parte se les cuestiona su idoneidad para desempeñarse como profesores en un medio educativo urgido de cambios en las prácticas hasta ahora aceptadas. Este reclamo se sintetiza como carencia de competencia para impartir una educación de calidad.
Por otra parte se les cuestiona por disponer de plazas múltiples y por hacer “grilla” y carrera política arropados en el sindicato que los agremia; todo se sintetiza en el reclamo de profesores ausentes y sin la dedicación requerida por la tarea educativa.
Estos reclamos tienen una debilidad: no se acompañan de mediciones pertinentes y por tanto dan lugar a generalizaciones que producen el efecto discursivo de confundir carencias particulares con un modo de ser profesor.
Estas generalizaciones son a veces producto de la ignorancia de las mediciones existentes, otras veces las mediciones en cuestión son imprecisas por falta de datos o son sencillamente inaccesibles al ciudadano promedio y finalmente en ocasiones no pueden interpretarse por estar fuera de contexto.
Por ejemplo–a propósito de los acontecimientos sucedidos a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero– ¿sabemos cuántas normales rurales existen en el país? ¿Cuál es su población estudiantil? ¿Cuántos docentes imparten en ellas?
¿Cuál es el presupuesto de todas y cada una? O mucho más delicado, ¿es importante la existencia de normales rurales en este país navegante hacia el urbanismo rampante?
¿Cuál es el sentido de mantener un modelo de principios del siglo XX cien años después? Las normales rurales son desconocidas y se mantienen alejadas de la mirada social.
Se miran cuando hay una nota escandalosa, pero en realidad sabemos poco de ellas.
Hablemos un poquito de las normales en Jalisco. La que ha estado más presente en la agenda mediática ha sido la Normal Rural “Miguel Hidalgo” ubicada en Atequiza, que según la ANUIES para el año 2013 tenía 483 alumnos.
En conjunto de las escuelas normales en Jalisco suma hoy 28, mientras que en el año 1990-91 había 29. En ese mismo año los alumnos normalistas en Jalisco fueron 6,347.
En 2013 la cifra de alumnos normalistas se redujo a 4,634. (los de la Normal de Atequiza representan un poco más del diez por ciento de esta cifra).
En 1990 – 91 había 834 profesores impartiendo en estos institutos; en 2012 – 13 sólo 788, casi cincuenta puestos menos.
Un dato curioso: En el año escolar 1999 – 2000 los alumnos en escuelas normales de Jalisco fueron 14 mil 914. Diez mil más que hoy.
¿Qué pasó? Sin duda la carrera de profesor tiene hoy menor número de puestos de trabajo. Por eso la demanda de los alumnos de las rurales de disponer de una plaza automática al salir de la Normal.
Otra curiosidad: En 90 – 91 de las 29 normales existentes en Jalisco 18 eran públicas y 11 particulares. En 2012 – 13, son públicas 11 y particulares 17.
Se invirtió la proporción. En realidad, Las normales rurales son poco comprendidas; actualmente viven situaciones difíciles. No son ejemplo de bienestar. Sin embargo para alumnos y sus familias representan una promesa y una esperanza.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores son a título personal y no necesariamente reflejan la postura de Jalisco Cómo Vamos.
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