Dos mujeres y dos hombres, en Zapopan, elegidos según dos criterios, que en la Octava Encuesta Sobre Calidad de Vida 2022, de Jalisco Cómo Vamos, hayan evaluado eso, su calidad de vida, muy baja, una y uno, y muy alta los dos restantes. No sabemos su edad, aunque todos son mayores de dieciocho; tampoco su dirección precisa ni su estatus socioeconómico o grado de estudios. Y así con los otros cinco municipios que son parte del estudio: Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco y El Salto. En total, 24 cuestionarios correspondientes al mismo número de personas de las 2,400 que conforman la muestra completa.
Si lo que contiene este informe, Seguridad en el AMG 2023, da cuenta estadística del todo, si el tema de este documento es la seguridad pública medida estadísticamente para toda la ciudad que abarca a toda la población ¿para qué traer a la reflexión lo que las y los veinticuatro elegidos casi al azar opinan sobre algunos aspectos de su vida?
Como se constata en Seguridad en el AMG 2023, los resultados, algunos de ellos, son, como se dice ahora, contraintuitivos; es decir, el rigor con el que aplicamos el instrumento en el que se basa la encuesta y lo que sistemáticamente nos respondieron las y los tapatíos, contrasta con la percepción individual y con lo que se comenta en corrillos sobre la inseguridad. Percepción que se alimenta de manera empírica desde una pluralidad de fuentes al alcance cotidiano de cualquiera: las charlas incidentales en familia y con amigos y vecinos, más los delitos impactantes conocidos merced a los medios de comunicación, las redes sociales y de boca en boca, complementados con la reacción de las autoridades -sus hechos o su inacción y sus discursos o su silencio- y, muy importante, con la confianza que aquéllas concitan. Lo anterior constituye una mezcla que es suficiente para emitir dictámenes de aplicación general desde la apreciación personal y que nos parece que “es lo que opina la mayoría”. De este modo se vuelven irrebatibles los diagnósticos de las ciudadanas y de los ciudadanos, a los que llegan sin disciplina, es claro, pero afiliados a lo que la realidad de primera mano les muestra y que les basta para sentenciar: las cosas cada día están peor; vivimos en una ciudad peligrosa; hay que cuidarse cada cual; el gobierno no hace nada; estamos en manos de los criminales; etc.
Y entonces, los datos de la Octava Encuesta sobre calidad de Vida de Jalisco Cómo Vamos: sube la sensación de inseguridad respecto a 2022 (año de pandemia covid-19); de hecho, sólo estuvo más baja, 2.7 puntos, que el año en el que tuvo el nivel más alto, 2016, cuando llegó a 59.9%; y por otro lado, mermó la cantidad de encuestados (mujeres y hombres) que respondieron haber sido víctimas de un delito o más; incluso decreció el porcentaje de quienes contestaron tener un familiar desaparecido, sólo que con un matiz importante a considerar: la reducción mencionada corresponde al porcentaje válido para el Área Metropolitana de Guadalajara, a escala municipal hubo incremento de más de un punto porcentual, respecto a 2020, en El Salto, Tlaquepaque y Tonalá; en tanto que Guadalajara se mantuvo prácticamente igual y disminuyó lo que las y los encuestados nos reportaron respecto a ese tema, tener un familiar desaparecido, en Tlajomulco y Zapopan.
Por ello decidimos hacer una revisión de los datos y luego tratar de entender qué puede incidir en lo que la gente responde respecto a seguridad ¿el sentimiento respecto a su calidad de vida, su felicidad y a su satisfacción? ¿Su postura respecto a hacer justicia por su mano? ¿La confianza que les merecen las instituciones? ¿O quizá que experimentaron acoso en el espacio público? Pero también hicimos, lo hizo el coordinador de investigación de Jalisco Cómo Vamos, Francisco Núñez de la Peña, una revisión de las tendencias que las encuestas previas, junto con la actual, muestran, es uno de los apartados de este documento.
Entonces, veamos si con unos cuantos datos podemos imaginar la vida, desde algunos aspectos de ésta, de personajes representados en la encuesta.
En Zapopan, una mujer que nos dijo que su calidad de vida es muy baja, también reconoció que su vida no le produce ninguna satisfacción y que no es feliz en ningún grado. Además, afirmó que en su colonia y en la ciudad se siente insegura, aunque en el año previo a que la entrevistáramos no fue víctima de algún delito, y si algún día lo fuera no haría justicia por propia mano. Por fortuna no tiene un familiar desaparecido y no ha padecido acoso, pero sí violencia verbal en la calle; no confía en la Iglesia y tampoco en alguna otra de las instituciones sobre las que le preguntamos, ni siquiera en la UdeG.
En el mismo municipio, la mujer que aceptó que su calidad de vida es muy alta está muy satisfecha con su vida, y del uno al cinco su felicidad la valoró en tres, digamos: mediana. Tampoco fue víctima de algún delito ni tomaría la justicia por su cuenta. La ciudad no le mereció opinar que es segura o insegura, pero su colonia le parece algo segura. Confía mucho en la Marina y en el Ejército, nada en los partidos, y en el resto, Fiscalía y policías, por ejemplo, pone poca o, a lo más, algo de confianza.
De El Salto, los cuestionarios seleccionados de los varones; uno, que declaró tener una calidad de vida muy baja, agregó que está poco satisfecho con ella, con su vida; es poco feliz y la ciudad, en ese momento, le parecía algo segura, en cambio afirmó que su colonia es nada segura. Fue víctima de un delito, de robo, y no lo denunció por miedo, pero no está dispuesto a hacer justicia por su cuenta. No tiene familiares desaparecidos y, aparte del asalto, no ha sido acosado o violentado en la calle. Confía mucho en la UdeG y en la Marina, las otras instituciones le merecen, la mayoría, ninguna confianza, una poca la policía.
Por su parte, seguimos en El Salto, el hombre que en el balance de su calidad de vida estimó que es muy alta, está muy satisfecho con su vida y es altamente feliz. La ciudad le parece muy segura, también su colonia. No fue víctima de delincuentes y no se propone, si fuera el caso, hacer justicia por sí mismo; tampoco fue acosado o violentado en la vía pública. En cuanto a la confianza, pone mucha en la policía, en el Ejército, en la Marina y en la Fiscalía, en las demás: poca, y en cuanto a la Iglesia, respondió que ni confía ni desconfía de ella.
Lo anterior fue una muestra personalizada: dos mujeres, dos hombres que habitan en municipios distintos. Junto con el resto de los cuestionarios elegidos, ya quedó dicho, a partir de la calidad de vida declarada por doce tapatías y doce tapatíos. En suma, siete respondieron que sí sufrieron un delito durante los doce meses previos al levantamiento de la encuesta; cuatro de ellas y ellos dijeron tener una calidad de vida muy alta y tres muy baja. Dos mujeres y cuatro hombres fueron víctimas de robo, una mujer lo fue de extorsión.
La mujer residente de Tlaquepaque que afirmó tener una calidad de vida muy alta, ser muy feliz y estar muy satisfecha con su vida, fue la única, de las veinticuatro personas, que respondió tener un familiar desaparecido; también fue acosada sexualmente en la calle y confía nada en las instituciones que conforman la lista que le presentamos y, por lo mismo, por la desconfianza, no denunció el robo que padeció. Por lo demás, la ciudad le parece poco segura y su colonia apenas algo.
Parecería que ante la percibida desconfianza en las autoridades y el poco valor que la gente le da a denunciar, el peligro sería que una especie de ley de la selva comenzara a imponerse y que esto transluciera a través de las respuestas que recibimos a la cuestión: ¿haría justicia por su propia mano? Del grupo de veinticuatro cuestionarios, tres personas contestaron que sí: una mujer con una calidad de vida muy alta, en Tonalá, da un punto menos a su satisfacción con la vida y es muy feliz; considera algo segura a la ciudad y muy segura a su colonia, fue víctima de extorsión y no denunció porque, reconoció, no tenía pruebas. Un varón en Tlaquepaque también dijo estar dispuesto a hacer justicia según su voluntad; aceptó que su calidad de vida es alta y está medianamente satisfecho con su vida, aunque es muy feliz; su colonia y la ciudad le resultan algo seguras y no fue víctima de algún crimen. Y en Tlajomulco, un hombre con calidad de vida muy baja, pero muy satisfecho con su vida y muy feliz, asimismo se anota para ser justiciero, a pesar de que no sufrió la acción de los delincuentes los doce meses previos y de que para él la ciudad y su colonia son muy seguras. Aunque sí declaró haber sufrido agresiones en la calle, físicas y verbales, también en su trabajo o escuela, además aceptó haber sido objeto de acoso sexual, al que evaluó, no obstante, como “poco”.
Los ejemplos mostrados, sólo eso, ejemplos, de ninguna manera representan una cantidad estadísticamente válida, pero ¿apuntan a comenzar a entender cómo se construye la percepción de inseguridad? Digamos, ¿la calidad de vida, la felicidad, el nivel que tienen para cada cual, están relacionadas con el nivel de inseguridad que estas personas reconocen sentir? Parece que no, ni siquiera, así revisadas sus respuestas, resalta un enlace entre la percepción de inseguridad y las experiencias de seguridad o inseguridad por las que pasaron. Pero, por otro lado, tenemos el rango de no confianza en las instituciones, que es consistentemente alto ¿influye en la mala percepción de la seguridad?
Y en otra vertiente del mismo fenómeno, el señalamiento de los gobernantes, de los tres órdenes -cada día más repetido- de que la mala opinión pública hacia la seguridad pública se debe a que los medios de comunicación dan a conocer rutinaria y escandalosamente “la nota roja”. De nuestras sucesivas encuestas podemos rescatar los siguientes datos, corresponden a las respuestas de la pregunta: “¿Qué tanto lee el periódico, escucha o ve noticias?” En 2018, la suma de “mucho” y “siempre” llegó a 47%, casi una, uno de cada dos. En 2020, bajó 13.8 puntos, quedó en 33.2%. Y en 2022 volvió a contraerse la cantidad: 27.6%. ¿Son los medios un referente?
Qué hay en medio de la percepción y la incidencia delictiva (sea la que exhibe nuestro estudio o la que pregonan las autoridades) además de los medios de comunicación habituales, ¿las redes sociales, el mecanismo boca a boca, los crímenes de alto impacto que no cesan y que parecen nunca resolverse? O sea, la impunidad flagrante como combustible de la mala valoración sobre la seguridad pública. Parece ser una suma de lo anterior, más un rasgo ineludible: la complejidad de una sociedad como la de Guadalajara, plural, diversa y notoriamente desigual (en todos sentidos). Complejidad que es imprescindible considerar desde uno de los aspectos centrales de nuestra especie: cada individuo, mujer y hombre, es complejo en sí mismo, inconstante en sus pareceres y experto en algo sobre lo que no hay debate: su propia vida, y así, especialista en lo que sea que emplee para evaluarla. Es su derecho y es parte de la riqueza que podemos presumir y desde la que debemos edificar, día a día, la sociedad.
Este es el mérito de lo que hace Jalisco Cómo Vamos: nuestros estudios no son un punto de llegada, apenas una ventana para mirarnos como comunidad desde lo que opinamos como personas. De este modo la seguridad pública, o mejor dicho: la inseguridad pública, no es sólo el reflejo prístino de las innumerables acciones criminales o de las presuntamente criminales, sino también de las maneras de estar en esta metrópoli, satisfactorias al momento que cada cual mira su propia vida, pero dejan de serlo -la seguridad es una vertiente de esa insatisfacción- cuando los elementos del sistema social fallan, notoriamente los que tienen que ver con el desarrollo urbano (en el que se inscribe una de las desigualdades que padecemos), la justicia y el estado de derecho, es decir: aquello que el gobierno no termina por conducir ni regir adecuadamente.
Y entonces: ¿cómo vamos? En inseguridad es hora de mirar el fenómeno de no estar y no sentirnos seguros desde el ángulo que proponemos: lo que la gente opina, importa.
Augusto Chacón Benavides
Director de Jalisco Cómo Vamos