[spb_column width=»1/4″ el_position=»first»] [/spb_column] [spb_column width=»1/2″] [spb_text_block pb_margin_bottom=»no» pb_border_bottom=»no» width=»1/1″ el_position=»first last»]
Al ser nuestro trabajo– el que sea–una actividad que consume gran parte de nuestra rutina diaria y por ende gran parte de nuestros pensamientos; al ser este nuestra fuente de ingresos económicos, que nos permiten acceder a ciertos bienes y servicios, el trabajo se convierte en un elemento importante de analizar dentro del estudio del bienestar.
Los tiempos han cambiado y las políticas laborales con ellos. Ya ha quedado muy atrás en la historia aquellos tiempos donde, tras la revolución industrial, los empleados eran simples herramientas desechables para las compañías. Muchas empresas se han esforzado por reformar y flexibilizar sus personalidades corporativas para el beneficio de los empleados.
Sin dar baños de pureza a los empresarios, trabajar bajo la lógica del ganar-ganar, genera beneficios para ambos bandos, (directivos y empleados); se trata de un efecto volcán donde el impulso para el éxito viene desde abajo. Es una cadena, si el empleado se siente bien se espera que su productividad y competencias aumenten y que por ende beneficien al rendimiento de la empresa en general.
El otro día, mientras leía en el Handbook of Social Indicators and Quality of Life Research (Land, Michalos & Sirgy, 2011), me encontré con el término el ‘spillover’ o derrame en español, que describe un fenómeno donde situaciones aparentemente inconexas nosotros tienen un impacto directo en nuestra calidad de vida.
Para ejemplificar mejor este fenómeno, supongamos que tenemos un incidente con nuestro gerente en el trabajo, quizás no fue algo grave sin embargo, tal vez este incidente se vuelve una situación frecuente, aunque quizás no parezca tan grave, puede llegar a incomodarnos, por ende nos sentimos estresados o insatisfechos en el área de trabajo, así que llegamos de mal humor a casa y repetimos la misma actitud laboral negativa o desanimada: lo que empezó como un incidente laboral acaba siendo un derrame sobre la vida en general.
Aquí me gustaría introducir un par de términos más, que tienen que ver precisamente con este fenómeno de derrame: vida laboral de calidad (o Quality Work Life, QWL) y la calidad de vida en sí misma (Quality of Like, QoL)
El QWL es un término que han formulado las organizaciones para englobar toda aquella transformación para hacer más cómodas o tolerables las áreas y ambientes de trabajo.
Las empresas han descentralizado un poco sus direcciones, o sea que la supervisión que antes era más represiva e inmediata, se ha flexibilizado, o por decirlo de otra manera, se ha humanizado.
Definitivamente, aunque como empleados quizás no los sintamos la dinámica organizacional ha cambiado, el hecho de que una empresa convoque a sus trabajadores para hablar sobre la toma de una decisiones, implica que la primera está interesada en que los segundos se sientan en sintonía e identificados con la compañía y se sientan escuchados. El trabajo en equipo, también, forma parte de una nueva cultura organizacional donde el empleado puede desarrollar al máximo sus capacidades y asumir un rol dentro de lo que sabe hacer mejor.
También existen las nuevas estructuras paralelas donde se les da a los empleados la libertad de solucionar los conflictos internos por ellos mismos a través de juntas bien organizadas que ellos dirigen: muchas organizaciones se han dado cuenta que incentivar positivamente a sus y trabajadores les conviene.
El QWL–que nació para mejorar las condiciones laborales al interior de las empresas para mejorar su productividad–acaba reflejándose al exterior y provoca un derrame positivo sobre la QoL de las personas.
[/spb_text_block] [/spb_column] [spb_column width=»1/4″ el_position=»last»] [/spb_column]
Deja una respuesta